Por Arturo Brum
En ocasiones con quien menos te puedes entender es con tu familia, y es que al parecer compartir la misma “sangre” no es suficiente para tener empatía hacia tu hermano, madre y hermana. Es como una gran paradoja. Un juego cruel de la vida que con quien menos puedas (o quieras) hablar es con tu pariente más cercano.
De esa forma, (a mí me sucede con algunos familiares que no soporto), el tiempo con ellos se vuelve pesado y tedioso, y las discusiones y los rencores del pasado afloran como algo normal. Ese tipo de pasiones y didáctica entre las familias es lo que aborda la nueva cinta de Xavier Dolan, No es más que el fin del mundo, un drama con todo el estilo de este joven director, que a pesar de su corta edad ya muchos consideran sus cintas Tom en el Granero y Mommy, de culto.
El filme No es más que el fin del mundo aborda el tema de la falta de comunicación, del tiempo perdido (lo que pudo ser), resentimientos, mentiras y la frustración que nos lleva el no comprender o tolerar a un pariente. En ese sentido, Dolan nos transporta a la historia de una familia disfuncional, y lo hace con un reparto de lujo: Marion Cotillard, Léa Seydoux, Vincent Cassel, Gaspard Ulliel y Nathalie Baye.
Basada en una obra de teatro de Jean-Luc Lagarce, nos cuenta la historia de Louis Knipper (Gaspard), un escritor homosexual que después de 12 años visita a su familia, con la idea de informales que tiene una enfermedad terminal. Así, lo reciben su madre (Baye), un personaje lúdico y sincero, su hermana menor Suzanne Knipper (Seydoux), quien está emocionada por su visita, pero al mismo tiempo confundida, ya que desconoce quién y cómo es su hermano.
Asimismo, conoce a su cuñada Catherine (Cotillard), con quien tiene desde un principio más empatía, ella es la esposa de su hermano mayor Antonie Knipper (Cassel), un hombre cínico y violento que guarda un gran rencor contra su hermano (o la vida).
La forma en que Dolan nos pone en contacto con lo que piensa cada uno de los personajes es utilizando primeros y primerísimos planos de sus caras, de esa forma la película es claustrofóbica, cerrada, las imágenes son la metáfora de la relación que tiene dicha familia. Una convivencia poco amigable, de gritos e insultos.
Louis llega a una casa donde sabe que lo aman, pero no comprenden el porqué de su abandono, y siente que el tiempo pasa lento, como si fuera en ese momento el fin del mundo. Pero no sólo él, cada miembro descubre que no está cómodo con su presencia, solamente el personaje de la cuñada se vuelve cómplice de Louis, repito no siempre “la sangre” es lo que nos une.
Una historia que sucede en un sólo día, no obstante, representa el mundo entero, de lo particular se va a lo general, y eso es algo que Dolan sabe hacer a la perfección, contando los detalles no muestra un gran drama.
Si bien no es su mejor película, ya que tiene escenas que no aportan nada a la narrativa, es un cinta conmovedora y desgarradora. Se estrena en México esta semana y es un cine diferente, no es convencional, pero su mensaje es importante y reflexivo y más ahora que viene Navidad y Año nuevo y quizá tengas que ver a ese hermano que no soportas.